"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo." (Juan 16:
33.)
Satanás lanzó ataques más poderosos contra Cristo que los que nunca
lanzará contra nosotros. Del triunfo de Cristo o de él dependían
consecuencias mucho más importantes. Si Cristo resistía sus más
poderosas tentaciones, y Satanás no podía obtener éxito en su intento de
inducirlo a pecar, sabría que había perdido su poder y que finalmente
sería castigado con eterna destrucción. Por lo tanto Satanás obró con
mucho poder para inducir a Cristo a cometer un acto erróneo, porque
entonces obtendría ventaja sobre él... Nunca podéis ser tentados en
forma tan decidida y cruel como lo fue nuestro Salvador. Satanás estuvo
en su senda en cada momento.
¿Se aferrará el hombre del poder divino, y resistirá con determinación y perseverancia a Satanás, tal como Cristo le ha dado ejemplo en su conflicto con el enemigo en el desierto de la tentación? Dios no puede salvar al hombre contra su voluntad del poder de los artificios de Satanás. El hombre debe obrar con todo su poder humano, ayudado por el poder divino de Cristo, para resistir y conquistar a toda costa. En resumen, el hombre debe vencer como Cristo venció. Entonces, gracias a la victoria que tiene el privilegio de obtener mediante el todopoderoso nombre de Jesús, puede convertirse en heredero de Dios y coheredero con Jesucristo. Este no sería el caso si Cristo solo obtuviera la victoria. El hombre debe hacer su parte; debe ganar la victoria por sí mismo, por medio de la fortaleza y la gracia que Cristo le da. Debe ser colaborador de Cristo en la obra de vencer, y entonces participará con él en su gloria.
El Salvador venció para mostrarle al ser humano cómo puede vencer. Cristo venció todas las tentaciones de Satanás con la Palabra de Dios. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obedecer los mandamientos de Dios, y el tentador no pudo obtener ventaja.
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